
El silencio es una experiencia fundamental de la persona. Es una experiencia de ruptura, porque supone una interrupción en el discurso verbal y un espacio significativo para meditar y para dialogar con uno mismo.
La soledad es necesaria en la pedagogía del sentido. En realidad, es un requisito indispensable, porque en la soledad es donde mejor está el hombre consigo mismo y se conoce. En el silencio de la soledad se hace también posible la contemplación, la ordenación de nuestros conocimientos para explicarnos las experiencias de la vida.
La reflexión silenciosa sobre uno mismo no es sólo una mirada interior replegada sobre el yo y sus imágenes; es también intención, proyección del sí. La conciencia íntima no es una antecámara donde se enmohece la persona; es, como la luz, una presencia secreta, y sin embargo, irradiadora hacia el universo entero.
El silencio no es la mera negación de la palabra, esto es, la ausencia del verbo, sino que es un agente comunicativo, una forma de describir lo que no puede ser descrito por las palabras, esto es, lo místico. Hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar en la vida humana. El espacio de lo místico, el mundo de los valores, de los sentimientos, de las creencias personales, es un espacio donde el silencio es el gran protagonista. El silencio es el lenguaje de lo místico.
La vida personal comienza con la capacidad de romper el contacto con el medio, de recobrarse, de recuperarse, con miras a recogerse en un centro, a unificarse. Sobre esta experiencia personal se fundan los valores del silencio y del retiro.
Si alguien sabe el perfil de la persona para acercarse al silencio que fructifica es Teresa de Jesús, Teresa la grande, Teresa de Ávila; monja carmelita nacida en 1515 y llevada a la gloria en 1582. Aunque su muerte física fue hace 427 años, su legado espiritual sigue dando fruto, no sólo dentro de la Iglesia Cristiano Romana, sino en quienes andan por las sendas de la vida espiritual.
Teresa de Jesús, ha dejado un gran legado a la humanidad. No sólo busca la perfección cristiana, que es el ideal de todos aquellos que practican la religión. Busca también la humanización, la sanación, la fidelidad, la dignidad de la persona, pone en primer plano a la persona, como un valor total y rotundo. Para llegar a esto es menester que cada uno inicie el viaje desde el conocimiento personal, dado que es ahí donde podemos encontrar cuáles son las causas de algunos letargos, vicios, crisis, angustias, temores, etc. Es en el conocimiento personal donde se inicia el punto clave para entrar en el silencio de armonía personal.
La experiencia de Teresa de Jesús nos invita ser participes del silencio totalmente humano, para gozarnos en el silencio divino; silencio que sólo es reconocido cuando se es capaz de experimentar la fragilidad y desnudez personal. Cuando hayamos sanado nuestra dignidad el ungüento que viene de la fuerza creadora, de la presencia auténtica, del amor hecho carne permitirá que el interior sienta la fuerza para seguir en el camino, para dar testimonio de algo que le sobre pasa y que sólo en el silencio y en el retiro se puede comprender, ningún caso hagáis de los miedos que se presenten, ni de los peligros que os pintaren.
El hombre por naturaleza es un ser que se ocupa. Hay quienes no pueden estar sin hacer nada, están imbuidos en el movimiento, en un ruido extremo que los lleva a recobrarse en el retiro en compañía de su silencio, en su vida interior. ¿Qué tiempo se dedica a guardar un poco de silencio, siendo conscientes de que este tiempo es uno de los más importantes en la vida, en el día? Teresa de Jesús nos hace una invitación: Martha y María siempre han de andar juntas, esto nos remite a que tenemos que ocuparnos en las necesidades cotidianas, sin olvidar la parte de encuentro con nosotros, con Dios.
Hay quienes por temor a encontrarse con ellos se olvidan de hacer y ser silencio en su vida, recordemos que una falta muy grande es seguir siendo los mismos. Aunque estemos donde estemos tenemos que cambiar, todo tiene movimiento, todo fluye. Decimos en ocasiones tengo que cambiar de look, tengo que cambiar esto o aquello, pero en ocasiones sólo somos capaces de cambiar por mera apariencia para que no vean lo que realmente somos. Lo que no fluye y cambia se pudre, se daña, se llena de telarañas y polvo ¿Porqué tanto miedo a no dar un paso hacia dentro del silencio, de la meditación? ¿Qué hay en el interior que no queremos abrazar e integrar a la vida? ¿Qué es aquello que tememos nos exija compromiso auténtico? En el silencio no hay que temer, sino mucho que desear. En estos momentos de silencio, de retiro, de reflexión se haya un gozo interior y exterior que nos invita a ser totalmente libres, auténticos, fieles a nuestro modo de vivir, sentir, andar, sanar, amar, agradecer a Dios en el mundo.
La experiencia de silencio, reflexión, retiro, en Teresa de Jesús es el encuentro con el Maestro Jesús, esta experiencia es la de la oración; para ella la oración es un trato de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. ¿Cuántos de nosotros vamos en busca de un amigo, de un familiar que sabemos nos ama para contarle nuestros más íntimos secretos, experiencias, dudas, temores, agobios, etc.? Es en el encuentro con el Tremendo y Fascinante donde se hace presente lo que somos, donde se abre de para en par lo que hay en nuestro corazón, somos tan caros y tan tardíos, tan flacos y ruines que no queremos gozar de este bien; bien que nos lleva a la profundidad de los misterios que son para nosotros y nos esperan.
¿Qué podemos temer si somos imagen y semejanza de un Dios que es Amor? ¿No somos nosotros los que andamos en busca del Amor? Es en ese espacio sagrado que somos cada uno de nosotros donde habita el Amor, no lo busquemos fuera, él habita en lo más profundo de cada uno, sólo es cuestión de que nos determinemos a iniciar el viaje hacia dentro.
El silencio no es fuga, sino encuentro. En tanto, que cada uno de nosotros se va encontrando en el camino, ya no hay fugas de algunas situaciones que dentro del entorno cotidiano no queremos ver o se nos pasan por alto, es en este espacio donde somos capaces de ver con nitidez la vida y lo que ella nos presenta a cada instante; nos capacita para ir caminando por una senda firme, sólida. En el silencio auténtico, es decir, cuando la mente o como lo llama Teresa de Jesús, “la loca de la casa” está calmada, está donde tiene que estar, en la disposición de ser silencio, porque hay de estar a estar, podemos estar en actitud de silencio, pero nuestro interior, nuestra mente está pajareando en otras mil necedades; estando en tal estado de recogimiento la persona encuentra su centro, hace una depuración de todo aquello que no le ayuda en su crecimiento y va cortando la mala hierba. Dejemos que el Tremendo y Fascinante haga su obra en nosotros, no temamos, sino amemos.
En letras de Teresa de Jesús concluyo: “No hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con el que se hacen” no hay que dedicar mucho tiempo, empecemos de lo poco a lo determinado, pero siempre con amor y más amor.
El secreto para entrar en el estado de silencio y reflexión es el amor con el que nos dispongamos a tener un encuentro con nosotros y con Dios. Y en ese encuentro recordar que es menester bendecir y agradecer por cada una de las situaciones que se nos presentan, ya que son para adquirir fuerza y madurez.
La soledad es necesaria en la pedagogía del sentido. En realidad, es un requisito indispensable, porque en la soledad es donde mejor está el hombre consigo mismo y se conoce. En el silencio de la soledad se hace también posible la contemplación, la ordenación de nuestros conocimientos para explicarnos las experiencias de la vida.
La reflexión silenciosa sobre uno mismo no es sólo una mirada interior replegada sobre el yo y sus imágenes; es también intención, proyección del sí. La conciencia íntima no es una antecámara donde se enmohece la persona; es, como la luz, una presencia secreta, y sin embargo, irradiadora hacia el universo entero.
El silencio no es la mera negación de la palabra, esto es, la ausencia del verbo, sino que es un agente comunicativo, una forma de describir lo que no puede ser descrito por las palabras, esto es, lo místico. Hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar en la vida humana. El espacio de lo místico, el mundo de los valores, de los sentimientos, de las creencias personales, es un espacio donde el silencio es el gran protagonista. El silencio es el lenguaje de lo místico.
La vida personal comienza con la capacidad de romper el contacto con el medio, de recobrarse, de recuperarse, con miras a recogerse en un centro, a unificarse. Sobre esta experiencia personal se fundan los valores del silencio y del retiro.
Si alguien sabe el perfil de la persona para acercarse al silencio que fructifica es Teresa de Jesús, Teresa la grande, Teresa de Ávila; monja carmelita nacida en 1515 y llevada a la gloria en 1582. Aunque su muerte física fue hace 427 años, su legado espiritual sigue dando fruto, no sólo dentro de la Iglesia Cristiano Romana, sino en quienes andan por las sendas de la vida espiritual.
Teresa de Jesús, ha dejado un gran legado a la humanidad. No sólo busca la perfección cristiana, que es el ideal de todos aquellos que practican la religión. Busca también la humanización, la sanación, la fidelidad, la dignidad de la persona, pone en primer plano a la persona, como un valor total y rotundo. Para llegar a esto es menester que cada uno inicie el viaje desde el conocimiento personal, dado que es ahí donde podemos encontrar cuáles son las causas de algunos letargos, vicios, crisis, angustias, temores, etc. Es en el conocimiento personal donde se inicia el punto clave para entrar en el silencio de armonía personal.
La experiencia de Teresa de Jesús nos invita ser participes del silencio totalmente humano, para gozarnos en el silencio divino; silencio que sólo es reconocido cuando se es capaz de experimentar la fragilidad y desnudez personal. Cuando hayamos sanado nuestra dignidad el ungüento que viene de la fuerza creadora, de la presencia auténtica, del amor hecho carne permitirá que el interior sienta la fuerza para seguir en el camino, para dar testimonio de algo que le sobre pasa y que sólo en el silencio y en el retiro se puede comprender, ningún caso hagáis de los miedos que se presenten, ni de los peligros que os pintaren.
El hombre por naturaleza es un ser que se ocupa. Hay quienes no pueden estar sin hacer nada, están imbuidos en el movimiento, en un ruido extremo que los lleva a recobrarse en el retiro en compañía de su silencio, en su vida interior. ¿Qué tiempo se dedica a guardar un poco de silencio, siendo conscientes de que este tiempo es uno de los más importantes en la vida, en el día? Teresa de Jesús nos hace una invitación: Martha y María siempre han de andar juntas, esto nos remite a que tenemos que ocuparnos en las necesidades cotidianas, sin olvidar la parte de encuentro con nosotros, con Dios.
Hay quienes por temor a encontrarse con ellos se olvidan de hacer y ser silencio en su vida, recordemos que una falta muy grande es seguir siendo los mismos. Aunque estemos donde estemos tenemos que cambiar, todo tiene movimiento, todo fluye. Decimos en ocasiones tengo que cambiar de look, tengo que cambiar esto o aquello, pero en ocasiones sólo somos capaces de cambiar por mera apariencia para que no vean lo que realmente somos. Lo que no fluye y cambia se pudre, se daña, se llena de telarañas y polvo ¿Porqué tanto miedo a no dar un paso hacia dentro del silencio, de la meditación? ¿Qué hay en el interior que no queremos abrazar e integrar a la vida? ¿Qué es aquello que tememos nos exija compromiso auténtico? En el silencio no hay que temer, sino mucho que desear. En estos momentos de silencio, de retiro, de reflexión se haya un gozo interior y exterior que nos invita a ser totalmente libres, auténticos, fieles a nuestro modo de vivir, sentir, andar, sanar, amar, agradecer a Dios en el mundo.
La experiencia de silencio, reflexión, retiro, en Teresa de Jesús es el encuentro con el Maestro Jesús, esta experiencia es la de la oración; para ella la oración es un trato de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. ¿Cuántos de nosotros vamos en busca de un amigo, de un familiar que sabemos nos ama para contarle nuestros más íntimos secretos, experiencias, dudas, temores, agobios, etc.? Es en el encuentro con el Tremendo y Fascinante donde se hace presente lo que somos, donde se abre de para en par lo que hay en nuestro corazón, somos tan caros y tan tardíos, tan flacos y ruines que no queremos gozar de este bien; bien que nos lleva a la profundidad de los misterios que son para nosotros y nos esperan.
¿Qué podemos temer si somos imagen y semejanza de un Dios que es Amor? ¿No somos nosotros los que andamos en busca del Amor? Es en ese espacio sagrado que somos cada uno de nosotros donde habita el Amor, no lo busquemos fuera, él habita en lo más profundo de cada uno, sólo es cuestión de que nos determinemos a iniciar el viaje hacia dentro.
El silencio no es fuga, sino encuentro. En tanto, que cada uno de nosotros se va encontrando en el camino, ya no hay fugas de algunas situaciones que dentro del entorno cotidiano no queremos ver o se nos pasan por alto, es en este espacio donde somos capaces de ver con nitidez la vida y lo que ella nos presenta a cada instante; nos capacita para ir caminando por una senda firme, sólida. En el silencio auténtico, es decir, cuando la mente o como lo llama Teresa de Jesús, “la loca de la casa” está calmada, está donde tiene que estar, en la disposición de ser silencio, porque hay de estar a estar, podemos estar en actitud de silencio, pero nuestro interior, nuestra mente está pajareando en otras mil necedades; estando en tal estado de recogimiento la persona encuentra su centro, hace una depuración de todo aquello que no le ayuda en su crecimiento y va cortando la mala hierba. Dejemos que el Tremendo y Fascinante haga su obra en nosotros, no temamos, sino amemos.
En letras de Teresa de Jesús concluyo: “No hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con el que se hacen” no hay que dedicar mucho tiempo, empecemos de lo poco a lo determinado, pero siempre con amor y más amor.
El secreto para entrar en el estado de silencio y reflexión es el amor con el que nos dispongamos a tener un encuentro con nosotros y con Dios. Y en ese encuentro recordar que es menester bendecir y agradecer por cada una de las situaciones que se nos presentan, ya que son para adquirir fuerza y madurez.
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