
Nadie está a la deriva y al mismo tiempo lo está. La búsqueda permanente por el conocimiento y los distintos caminos que la vida nos propone, nos llevan a veces por llanos espacios y por tortuosos y sinuosos senderos, con un mismo final, la propia verdad.
El camino del mago no es un camino fácil y al mismo tiempo lo es. Los contrasentidos permanentes, las inquietudes y los momentos de paz nos invades a raudales tan pronto como nos abandonan, las ganas de proseguir, frente a un nuevo descubrimiento, a veces se opacan por alguna noche oscura del alma, sin embargo, la llama, la chispa vivaz en nosotros hace que continuemos en búsqueda de nuevos indicios mágicos.
Hablar de magia en pleno apogeo de la posmodernidad de a ratos suena extraño. Muchos de nosotros comenzamos a través de alguna mancia, de sueños, o por ser miembro de una familia de magos. Están quienes encontraron la inspiración casi de casualidad, en algún viaje iniciático, los que fueron visitados por alguna voz divina, los que descubrieron algún tipo de respuesta escondida en una runa, o en el fondo de una taza de café. En verdad, poco importa el cómo llegamos, más bien vale el cómo lo experimentamos.
Ser magos en una época marcada por el avance de las nuevas tecnologías nos lleva ha sumar estas herramientas, pero también, a volver en el tiempo a las formas más primitivas. Es recuperar un sentido perdido. Es la capacidad de agudizar nuestra intuición, y de oír una música para muchos ya olvidada; la voz interior, nuestra voz.
Ser mago, implica una profunda introspección para terminar de entender quiénes somos y cuál es nuestro destino si acaso queremos saberlo. Es reconectarnos con nuestra tierra, con nuestros orígenes, con nuestra historia. Es transmutar y mutar cada día; hacer alquimia y comenzar a moverse en un mundo, que aunque rodeado de imágenes coloridas y propagandas fugaces, se nos hace casi invisible.
Estamos transitando un mundo materialista y debemos entender que la cantidad de planos posibles es infinita. La sociedad que nos envuelve, hace culto a lo material y nosotros, no sólo no somos un culto, sino que además, debemos transcurrir entre espacios y formas que se insinúan de a ratos o de manera permanente.
Ser mago es la búsqueda de una propia ética y un código moral, escrito en el aire y sellado en nuestra memoria; fruto de experiencias, caídas, pruebas y errores. Deambular por la magia hace que nos cuestionemos, acaso, si la misma es blanca, negra, gris o si en todo caso es una sola.
En este viaje de ida, compartimos encuentros inusitados, sorpresas inesperadas, casualidades no tan casuales. Tallamos nuestra propia vara, trazamos signos en el aire y a veces escribimos en un idioma que pocos entienden. Pese a todo, los elementos fundamentales nos acompañan, en cada paseo, en cada viaje en cada sueño, pistas de un mundo desconocido que para muchos se nos representan tan reales, que hasta dudamos respecto a que es real y que no.
¿Quién crea la realidad? ¿La creas tú? ¿La creo yo? ¿Eso que tú ves, es lo mismo que veo yo? ¿Podemos crear los dos?
Tenemos tantas preguntas sobre la magia y de a ratos tan pocas respuestas. Cada camino es único. Los dioses que nos acompañan son tantos y de momento tan pocos.
Ser mago resignifica la amplitud mental para ampliar su sistema de creencias, aferrarse a un esquema y soltarlo tan fácilmente, para tomarse de otro nuevo. Cambiando y saltando, de prueba en prueba, tratando de no juzgar, sino más bien de observar su entorno, a los otros y sobre todo a sí mismo.
El sentido del humor y la autocrítica no deben faltar, ya que la risa destierra desde un trabajo hasta tristezas y la observancia permanente de nuestros actos nos ayuda a crecer, a veces asentada en algún diario que cotidianamente llenamos con sueños y garabatos.
El camino del mago, es el loco del tarot, errante niño despreocupado. No importa en qué parte del camino estemos, lo esencial, es no perder el objetivo. Sabemos que comenzamos un transito que con suerte durará toda nuestra vida; que el viento, el agua, el aire y la tierra nos envuelvan en una tormenta de ideas. Que podamos crecer día a día. Que las frustraciones no ofusquen nuestro andar. Que nuestra voz interior unida al caos nos susurren palabras de aliento. Que ser magos nos dignifique. Que podamos crear una vida mejor, aunque mas no sea, para nosotros mismos, es mi anhelado deseo.
Como decía la canción, caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Vuela mago, con el corazón en la mano, la mente lucida y la capacidad de crear el sello de tu deriva.
El camino del mago no es un camino fácil y al mismo tiempo lo es. Los contrasentidos permanentes, las inquietudes y los momentos de paz nos invades a raudales tan pronto como nos abandonan, las ganas de proseguir, frente a un nuevo descubrimiento, a veces se opacan por alguna noche oscura del alma, sin embargo, la llama, la chispa vivaz en nosotros hace que continuemos en búsqueda de nuevos indicios mágicos.
Hablar de magia en pleno apogeo de la posmodernidad de a ratos suena extraño. Muchos de nosotros comenzamos a través de alguna mancia, de sueños, o por ser miembro de una familia de magos. Están quienes encontraron la inspiración casi de casualidad, en algún viaje iniciático, los que fueron visitados por alguna voz divina, los que descubrieron algún tipo de respuesta escondida en una runa, o en el fondo de una taza de café. En verdad, poco importa el cómo llegamos, más bien vale el cómo lo experimentamos.
Ser magos en una época marcada por el avance de las nuevas tecnologías nos lleva ha sumar estas herramientas, pero también, a volver en el tiempo a las formas más primitivas. Es recuperar un sentido perdido. Es la capacidad de agudizar nuestra intuición, y de oír una música para muchos ya olvidada; la voz interior, nuestra voz.
Ser mago, implica una profunda introspección para terminar de entender quiénes somos y cuál es nuestro destino si acaso queremos saberlo. Es reconectarnos con nuestra tierra, con nuestros orígenes, con nuestra historia. Es transmutar y mutar cada día; hacer alquimia y comenzar a moverse en un mundo, que aunque rodeado de imágenes coloridas y propagandas fugaces, se nos hace casi invisible.
Estamos transitando un mundo materialista y debemos entender que la cantidad de planos posibles es infinita. La sociedad que nos envuelve, hace culto a lo material y nosotros, no sólo no somos un culto, sino que además, debemos transcurrir entre espacios y formas que se insinúan de a ratos o de manera permanente.
Ser mago es la búsqueda de una propia ética y un código moral, escrito en el aire y sellado en nuestra memoria; fruto de experiencias, caídas, pruebas y errores. Deambular por la magia hace que nos cuestionemos, acaso, si la misma es blanca, negra, gris o si en todo caso es una sola.
En este viaje de ida, compartimos encuentros inusitados, sorpresas inesperadas, casualidades no tan casuales. Tallamos nuestra propia vara, trazamos signos en el aire y a veces escribimos en un idioma que pocos entienden. Pese a todo, los elementos fundamentales nos acompañan, en cada paseo, en cada viaje en cada sueño, pistas de un mundo desconocido que para muchos se nos representan tan reales, que hasta dudamos respecto a que es real y que no.
¿Quién crea la realidad? ¿La creas tú? ¿La creo yo? ¿Eso que tú ves, es lo mismo que veo yo? ¿Podemos crear los dos?
Tenemos tantas preguntas sobre la magia y de a ratos tan pocas respuestas. Cada camino es único. Los dioses que nos acompañan son tantos y de momento tan pocos.
Ser mago resignifica la amplitud mental para ampliar su sistema de creencias, aferrarse a un esquema y soltarlo tan fácilmente, para tomarse de otro nuevo. Cambiando y saltando, de prueba en prueba, tratando de no juzgar, sino más bien de observar su entorno, a los otros y sobre todo a sí mismo.
El sentido del humor y la autocrítica no deben faltar, ya que la risa destierra desde un trabajo hasta tristezas y la observancia permanente de nuestros actos nos ayuda a crecer, a veces asentada en algún diario que cotidianamente llenamos con sueños y garabatos.
El camino del mago, es el loco del tarot, errante niño despreocupado. No importa en qué parte del camino estemos, lo esencial, es no perder el objetivo. Sabemos que comenzamos un transito que con suerte durará toda nuestra vida; que el viento, el agua, el aire y la tierra nos envuelvan en una tormenta de ideas. Que podamos crecer día a día. Que las frustraciones no ofusquen nuestro andar. Que nuestra voz interior unida al caos nos susurren palabras de aliento. Que ser magos nos dignifique. Que podamos crear una vida mejor, aunque mas no sea, para nosotros mismos, es mi anhelado deseo.
Como decía la canción, caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Vuela mago, con el corazón en la mano, la mente lucida y la capacidad de crear el sello de tu deriva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario